sábado, 21 de marzo de 2009


Silencio pos cuento

No hay silencio, mis pensamientos están rompiendo todo rastro de silencio y tranquilidad. Cállate, cállate y cállate me repito a mi misma haciendo más incontrolable el ruido. Y mi vientre cada vez está peor.
No planeo decirle a la gente lo que me paso, esto que me cuento, lo hago porque quiere salir, porque necesito reevaluar mi situación, porque si no hablo o me expreso, estaré nadando en un lago desnuda y sin menos vida. Ya no aguanto más el ruido, ya no me soporto ni a mí, ya solo quiero silencio, silencio, silencio.
La pasión estaba envolviéndome con ese hombre desconocido, sabía su nombre, a que se dedicaba y todos esos datos que los demás creen importantes para una buena vida social. Pero nunca antes nos habíamos visto en persona. Aun así no me importo a mí, soy lo suficientemente libre como para hacerlo con un desconocido.
Nos saludamos de beso, ese que se la da mejilla en mejilla y en tu oído zumba el chasquido de los labios con la saliva. En lo personal me parece muy estúpido ese saludo. Pero bueno, me llevo esa noche a su apartamento y como un niño pequeño me empezó a mostrar: que el armario, que los muñecos de su antigua compañera, que el televisor donde ve novelas, que la mesita donde pone su portátil, que la cama, que la almohada que le gusta porque se la regalo su madrecita, que en la billetera su foto cuando tenía el pelo corto y me pregunta ¿ cómo me veo mejor?, así que le respondo fingiendo: De ambas maneras te ves bien, eso no importa. Y de verdad que no me interesa.
El como buen macho dominante, se acuesta en su cama, como queriéndome hacer entender que así es él y no le importa quien este, él se acuesta cuando quiera. Me hubiera parecido bueno o lo hubiera tomado por alto si eso fuera verdad, pero se veía que lo hacía para impresionar, así que lo note y el juego ya empezaba a darme puntos a mí.
Me senté en su cama y lo observe hasta que no pudo sostener esa mirada, que según otras personas, es de león. Así que como se pueden imaginar, puso su mano encima de la mía, luego en el hombro y finalmente en el cuello, acercándome poco a poco hacia su boca. Claro que me acercaba hacia él, es obvio que él estando acostado y queriéndome demostrar quién es quién manda, no se iba a levantar ni un poco para besarme.
Ahora insisto en no acostarme, no porque no quiera, solo para burlarme un poco al verlo obligado a levantarse. Y así fue, se levanto y su mano toco mi seno, luego se quito a camisa, me dijo que me quitara la ropa, me acerque a él y le dije presuntuosamente: Quítamela tú, para ver si entramos en calor. Me quito la blusa, luego el brasier, con mañas y afán bajo la cremallera de mi pantalón y lo quito con una velocidad muy rara.
Ya desnudos y claro está, sin medias (otra de las obsesiones que tengo, es que si tengo sexo con medias, esa relación será un pésimo y burdo polvo) empieza bien dicho, el mete y saca.
No lo voy a negar, fue espectacular, pero este hombre no se cansaba y yo ya no quería más. Ya había tenido lo que buscaba esa noche, ya mi cuerpo había obtenido lo que quería, ya tenía para mí una gratificación de esa noche que salí por salir a tomarme solo una buena cerveza y había tenido sexo, un buen sexo. Quería descansar, no era que fuera floja o que no quisiera mas sexo, solo que en mi parecer, hay que tener tentación, placer, excitación, ganas, delirar por un orgasmo o dos; pero este personaje, tras de que su cuerpo estaba dejando en mi piel rastros de vellos, no paraba, no estaba excitada después de todas las maromas que hacía, él estaba en otra parte, estándome mirando y me repetía una y otra vez: Uy eres la mejor, se me va a parar el corazón. Y dentro de mí lo deseaba, tener sexo con alguien que estando dentro de mí se muere, es algo loco, no sé, tal vez eso si es excitante.
Pero bueno, para mal, este hombre no tuvo un paro cardiaco y después de diez minutos de tenerme como muñeca inflable se dio cuenta de que yo ya no lo deseaba. Así que de nuevo como un nene, me pregunta: ¿Estas cansada? ¿Qué paso? ¿No te gusto? Y yo con esas ganas, que vienen desde la boca del estomago, decirle que no, que ya parara, que le cogí repugnancia, recojo fuerzas de esas que el hombre ya no tiene de tanto moverse y le respondo: Consiénteme un poco, ¿quieres?
Así que por segunda vez, consigo lo que quiero y el empieza a besarme la espalda, el cuello, las piernas, los hombros. Entonces empieza la poesía y obviamente el primer debate mental.
Amo a la mujer, es hermosa, es meticulosa en cada cosa, pero para hacerle una poesía tengo que esconderme y parecer un hombre ya que pensarían que soy lesbiana. ¿Lo soy? No, no lo soy, solo estoy enamorado de ese ser, bueno mejor aclaro, de algunas estoy enamorada, de las verdaderas mujeres.
¡Aja!, no lo sabían, pero hay mujeres genuinas y mujeres que aparentan ser mujeres y no hablo de travestis. Hay mujeres hermosas, de esas que no tienen palabras para describirlas, no se determinan por rango social, ni profesión, ni edad, ni inteligencia, ni maquillaje, ni nada. Solo son ellas y ya. Pero las farsantes son las que veo y me causan palabras de esas que no gusto escribir, pues no hay nada mejor que decirlo. Son aberración, dan ganas de matarlas, de verlas sufrir, de luego de ver tantos programas de crimen, saber cómo hacer un asesinato perfecto. Entonces ya que dije eso, reitero a mí ser que no soy lesbiana.
Reitero a mi ser, porque es como si dentro de mi viviera otra mujer, una que me cuestiona cada cosa que hago, cada cosa que pienso, cada deseo o pensamiento mas intimo, ya ni mis secretos son míos, esa mujer los cuenta a cada parte de mi cuerpo y de mi cerebro y por eso es que ya no ando tranquila y ni me soporto yo.
Ahora estoy divagando con cada caricia de este hombre y la poesía viene siendo tan sublime, tan hermosa, tan detallada por cada pedacito de una mujer genuina. Esa poesía que mi otra persona me grita que lo admita, me grita que más que nada deseo que esa poesía me la hicieran a mí. Eso es lo que menos me soporto, que no sea yo quien admita mis cosas, si no que las admita ella, mi única rival de verdad.
Entonces al verme abatida por ella y reconociendo que esos poemas que hago, no son más si no papeles de auxilio para mi, caigo en cuenta de que este hombre no para de besarme, de acariciarme. Y en contra de ella, me doy cuenta de que ya que este hombre no es capaz de hacerme una poesía, aprovecho que esta anestesiado con mi cuerpo.
En ese instante empiezo a besarlo apasionadamente y concentrándome por excitarme y como un ciclo, mi mente me habla de nuevo. ¿Cómo es posible que tenga que concentrarme para tener placer? No, no y no. Carajo, no es justo. Y ya que volví a excitar como nunca a ese hombre, lo beso en la boca, tal vez una pequeña relación que dura menos de diez minutos, me levanto, me empiezo a vestir mientras que el me dice que no me valla, que me quede, que un ratico, que no lo deje así. Y yo solo oigo eso a lo lejos, pues no quiero nada que ver con ese hombre, ya hasta asco me dio, tengo el sudor de él en mi piel y además de eso lo vellos. No, me voy.
Soy libre, no necesito darle explicaciones a nadie y si las piden, lo hice porque quise. Me arrepentí y ¿Qué? Pues nada, nada de nada, nada de bien, nada de mal.
Ya sin nada que hablar y sin nadie, llegue a la pequeña parte donde vivo. Y veo todo como me gusta, cada cosa en su orden, cero polvo, la cama perfectamente tendida. Es un espacio cerrado donde el ruido no puede entrar, solo una ventana sellada por mí casi veinte veces, una puerta con un solo escape que tapo cuando estoy adentro con un trapo limpio, impecable. Mi ropa muy bien organizada por color.
La cocina que queda a dos pasos de la habitación, sin un rastro de porquería. Mejor aun cuando no hay ni sala ni comedor, solo un espacio justo para una mesa donde se encuentra el teléfono y el computador. Uy, y ese aroma a vainilla que me encanta.
De nuevo en mi alcoba, otra puerta sin escape, la del baño. Glorioso baño, sin cabellos en el piso, ni pedacitos de jabón, todo limpio, la crema dental bien utilizada, todos mis “menjures” en su orden. Ahí sí que soy feliz.
Bueno, recordando a ese hombre, debo decir con cierta rareza, que me duele el vientre. Qué asco. Pero una buena ducha limpiara ese dolor, ese sabor a borracho. Me desnudo mirando bien mi cuerpo, me gusta mirarme desnuda, me gusta andar desnuda. Y el agua caliente cae tan deliciosamente. El jabón, que rico, sentir la espuma, jugar con ella. Lavar mi cara y sentir esa fresca menta respirada. Después de media hora de felicidad salgo con la toalla para secarme, aunque al llegar a mi cama, boto la del cuerpo y me quedo sacudiéndome el cabello y secándomelo.
Y en ese espacio si es cuando pongo algo de música, o tal vez enciendo la televisión para hacer lo que la mayoría hace, pasar canales sin encontrar nada bueno.
Ya sin agua que escurre de mí, me meto debajo de las cobijas, si, de las 5 cobijas. Doy gracias por el poco silencio de hoy, me acomodo como para terminar esta historia del día de hoy y al moverme, de nuevo mi vientre, un dolor agudo.
Superstición pensé, este dolor lo provoca mi mente. Hoy refuto mil veces, me protegí con ese desconocido. Ay, Ay, no, no puede suceder nada. ¿No me protegí? Si, si lo hice, pero los últimos diez minutos no. Carajo, ¿por qué lo permití? No, tranquila, de todas formas hace poco estaba infértil, es decir hay un riesgo de... de…. Ni modos, saco la calculadora, mi agenda donde registro cada mes y siendo exacta como las bellas matemáticas, hay un riesgo de 16% a que pueda quedar embarazada. ¡No! No debo decir esa palabra, tan solo por decirla, puedo quedar en cinta, porque mi mente abrirá las posibilidades, haciéndome más fértil. Silencio, silencio, es hora de dejar atrás estas bobadas. A dormir, a vagar en un silencio y en las matemáticas que son exactas, con leyes, reglas, nada de teorías absurdas, solo realidad. Entonces mi placer de relajación se llama SILENCIO MATEMATICO.
Al despertarme el día de hoy, el mismo dolor abdominal me aflige y como un efecto domino, mi cabeza empieza a ser una maquinaria pesada, pero muy rápida, en la que se promueven todas mis dudas, mis miedos, mi vientre, un hijo. No, el juego que jugué esa noche, esa en la que iba ganando, termine en empate, no, perdiendo.
Las horas son largas, ya no quiero levantarme, lo único que se me ocurre hacer, es buscar ese libro donde anoto cada mes, pero para desgracias mía, el mes anterior olvide anotar, no tengo un reflejo, no tengo cuentas, la matemática no está y si estuviera tampoco me serviría, el cuerpo humano no es simétrico. Ya de nuevo el dolor me está consumiendo, me duele no solo mi vientre, si no que los senos me arden, ya a esa mujer que pasa en frente de mi espejo no la conozco. Atormentada, la comida es mi salida y como y como y como hasta sentir que quiero sacarlo todo. Pero recuerdo que si esa acción tan asquerosa de trasbocar la realizo, estaría dándome más pautas para convencerme de que de ese borracho, del cual hace más de dos semanas le di mi cuerpo, estaré aguardando un hijo, no todavía no, más bien un feto.
El tiempo, cosa tan incierta y asimétrica, también va en contra mía, no veo de donde han pasado dos semanas desde aquella noche, es más, no tengo historia ni relato que contar, porque simplemente no me acuerdo de nada, o mejor aún, no paso nada en especial.
Me niego a confirmar mis sospechas, no soy capaz de ir a una droguería a solicitar una prueba de embarazo, no además esas cosas son inciertas. Pero también temo ir al ginecólogo, a que me mire, me toque y explore con su dedo. Pero que mejor manera de salir de la duda, tendré que ir, si no este dolor de cuerpo y esta psicosis me terminaran volviendo loca.
El borracho volvió a llamar y veo que al comienzo de mis cuentas, él era solo ese hombre, ahora es el borracho. Me llamo a pedirme que nos volviéramos a ver, que repitiéramos, que de una, que me extraña, que tantas cosas que no quise oír. Y pienso en él mientras que el médico me dice que me desvista y que me ponga una bata de color aguamarina, que deja al descubierto mi trasero.
Sentí como la mano de ese hombre entraba dentro de mí, y dentro de mí, digo, más adentro de mí, me concentro ahora es para no excitarme. Que ironía.
Señorita “ele” vístase y cuando este lista la espero en mi consultorio. Pero que señor tan mal hablado, luego cuando me examino estábamos en un motel o ¿Qué? Bueno, así como dijo el médico, me dirigí a su “consultorio” y dándome un apretón de mano, me da la tan atroz noticia, de que dentro de mi vientre, hay mas vida, hay otro ser, hay alguien comiendo de lo que como, oyendo lo que oigo y aun así, no está al tanto de lo que pienso. Mi madre, ella, la bien pensada señora Huertas, tiene toda la culpa. Nunca me hablo de lo bonito que a algunas les parece tener un bebe, ni me dejaba expresarme, ni me hablaba de sexo por que según ella, “en la época de ella, esas cosas no se hacían y yo debería estar agradecida por tener la posibilidad de tener libros que me instruyeran es eso, o de seminarios de colegio que me indicaban todo (mientras que el profesor que hablaba lo hacía con cierta excitación y suciedad)”
Si señora, o señor. Yo no quiero a mi madre, pero si tengo un hijo, se que seré igual, sé que no podre. Y sin más palabras que pronunciar, salí de ese consultorio, sin caer todavía con la noticia, sin pensar en nada. Tal vez queriendo suicidarme, o matar esa vida pequeña con droga, con alcohol, yo que sé.
La droga no era confiable, algo a lo que también le tenía asco. El alcohol, aunque muy efectivo, no vendría siendo posible, ya que estas últimas semanas he gastado mis fondos en todo lo que se me antoja y como desempleada me encuentro, el poco dinero que me queda tenía que saberlo utilizar. No permitiría que dentro de mi cuerpo entrara ese sabor tan horrible de un “déjame ciego”.
Llegue a mi casa, sin ánimos ya ni de comer, pero como es de esperarse, tras una mala noticia, llega otra mala o peor. Mi madre había llamado avisando que dentro de tres días, vendría a visitarme ya que quería hablar con migo. Supongo que quería arreglar las cosas, esta vieja y enferma, ya cuando uno se encuentra en ese estado, es obvio que agachar la cabeza o dar la última batalla no sirve de nada o no cuesta tanto.
Solucione en esos tres días mi forma de hablar cuando ella llegara, tenía un dialogo preparado para cuando estuviera en frente mío, tenía las formas que mi cuerpo tomaría, ya sabía que iba a suceder, que me iba a decir, como yo reaccionaria y como contarle que estaba esperando y que tal vez ese niño sería una buena solución para nuestra relación. Si, tal vez estaba verdaderamente dispuesta a solucionar todo con mi mama, estas últimas horas me han dado a pensar que sería bueno darle una oportunidad a ese feto.
Es el gran día, mi madre llegara, todo está calculado, esta matemáticamente calculado, pero se han puesto a pensar que pasa cuando en una ecuación matemática, el uno, el pequeño uno, resulta ser un menos uno. O cuando ya terminando la ecuación y confiados del resultado, se dan cuenta de que ese al cuadrado no era del paréntesis, sino de toda la ecuación. Bueno, esta ecuación ya casi completa, fallo.
Tiempo atrás, si un gato no hubiera regado la leche que mi mama tenía en la cocina, ella no hubiera tenido que salir a comprar otra, en esa tienda que por circunstancias estaba por ser atracada por un hombre que lo había perdido todo en la droga y que obviamente lo que robara lo seguiría gastando en eso. Bueno, si ella no hubiera ido, no hubiera sido atracada también y no hubiera sufrido un paro cardiaco, siendo así que el hombre que atendía la tiendita, compadecido la llevo al policlínico, estando con ella todo ese tiempo y enamorándose de esa mujer ya vieja. Luego de eso, ella le confía todo en lo absoluto, en ese hombre, y él como buen amante la aconseja y le pide que se vallan lejos, muy lejos. Este hombre solo le pone una condición. Él ya está viejo, tiene que dejar una herencia, pero solo tiene a mi mamá como candidata, el inconveniente está en que esa mujer tiene una hija, a la cual por ley, tiene que pertenecerle algo de la herencia de él, a menos de que mi mama firme un papel, donde jura ante Dios, que no me dará ningún reconocimiento y mucho menos, me volverá a aceptar como hija.
Ese es el trato, algo raro, obvio y al mismo tiempo estúpido y caprichoso del señor ese, porque obviamente tras la herencia se la lleva a vivir a otro departamento muy lejos de donde me encuentro yo.
Bueno, eso paso, la ecuación estaba con un signo muy borroso y yo lo malinterprete, así que mi madre no vino por vieja, si no para despedirse por siempre de mi. Como excusa me dice que es porque yo nunca la llame, ni la visite y que yo ya estoy muy grande y hecha una mujer como para hacer mis cosas sin una madre, eso ya es un hecho.
Desplomada por tal noticia, actué con algo de tranquilidad y le pedí el ultimo favor, ya que se iba, tenía que dejarme un último recuerdo, tenía que aplicarme una inyección en la cola, porque tengo migraña de tanto trabajar, es más, la culpo de interrumpirme en mi trabajo súper importante, tan solo para darme esa noticia que en lo absoluto me asombra.
Está bien, me dice algo triste por mi frialdad. Va a la farmacia que queda a una cuadra de donde vivo, mientras que velozmente escribo algo en un papel que encontré.
Cuando regreso, le dije que yo abría la envoltura donde se encuentra la jeringa, ya que ella tenía que ir primero a lavarse las manos. Así fue, mientras ella se lavaba las manos, yo abrí la envoltura, y la ampolleta la bote. Llene de aire la jeringa y espere a que llegara mi madre. La odiaba, no la quería ver, estaba muy alterada, lo que planee salió mal, todo otra vez por culpa de ella, no era justo con migo, de nuevo mi madre me arruinaba todo y era necesario que por fin me vengara de ella. Sí, eso voy a hacer, me voy a vengar de ella.
Mama, abrázame. Y ella me abrazo como último acto de ella… para mí.
Pase todo ese cuento en estos segundos que al abrazar a mi mamá, con la otra mano me inyecte aire y hago todo este reencuentro solo para saber si valía la pena haberme suicidado en brazos de esa única mujer que me conoce… si, si creo que lo vale. Y creo que fue muy rápido como pude contarme a mí, todo o que me acabo de contar. Silencio, por fin.
“Ele” y el aire que recorría con su sangre quedaron inmovibles y pálidas frente a su madre. Mujer que no entiendo si amaba u odiaba profundamente.
Su madre la dejo caer aun perpleja de lo que acababa de pasar. Que tedioso es eso, que a cada cosa que pase, las personas no sean capaces de reaccionar al momento, más bien caen, caen, caen y después de que ya no hay nada que hacer, se pegan contra el suelo y empieza otro tedioso momento, de los pensamientos a montón, de las lagrimas y de los arrepentimientos.
Y la nota, ella hablaba de una nota que le escribió al salir a la farmacia. Esa nota era muy ambigua, era asimétrica, impulsiva, compulsiva, así como “ele”.
“Cambiaste las cosas, eso pasa con gente como tú, gente que toma el primer barco que sale, el primer avión que vuela. Pero no, olvidaba que le temes a las alturas, olvidaba que eres predecible, olvidaba que eras mi madre y que tenías que arruinarlo todo. Pero mamá, me alegro de que hallas venido, si no hubiese sido así, tendrías un nieto, cosa que siempre quisiste, pero que es claro que no te quería dar, solo por no darte gusto. Y aun así me harás falta, pero no lo pienses, mejor piensa lo que viniste a decirme, que ya no soy tu hija.”
“y por ultimo señora Huertas le aclaro algo que usted siempre ha querido saber. A ese hombre por el que me deja, lo conozco. Cuando me fui de la casa, además de que estaba mamada de usted, estaba embarazada, y me fui para abortar, cosa que jure no volver hacer, por eso tome también su llamada para recibirla hoy y contarle que estaba esperando de nuevo. Si, me fui, aborte y ese nieto suyo, entonces viene también siendo medio hijo, por que el padre es a quien usted tanto ama”
Cordialmente: Su hija “L”

Liandra


Como lo he aprendido, el silencio y el ahogo de la expresión son rutinarios. Recurro a ti ahora que mis descargas neuronales hacen que mis ventrículos y mis aurículas realicen su función más rápido que lo normal, haciendo que la temperatura de mi cuerpo aumente, que mi sangre entre en furor y que cada glándula y célula hagan de mi piel un sensor muy sensible, que me muestra mejor cada cosa que me rodea.